El hombre puede transformar y apropiarse de la naturaleza para desarrollar la sociedad. La sociedad humana es un producto combinado de la evolución natural y del desarrollo social. De allí deriva su doble naturaleza. En consecuencia, las actividades propias del hombre y de manera especial los procesos productivos, que constituyen la base de la riqueza y el progreso social, deben considerarse desde esta perspectiva de integración recíproca de lo natural y lo social. El hombre depende de la naturaleza en la consecución de sus medios de vida, pero con una propiedad cualitativamente diferencial respecto a los demás animales: su condición social y racional. Somos la única especie viviente con capacidad para transformar conscientemente el mundo: la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. Dicha propiedad no puede concebirse más que por medio de una organización económica, social, política y cultural, en la que la naturaleza tenga un papel sumamente vital. El crecimiento sin límite, la guerra y una industria obligada a producir masivamente e insensible a la belleza y a la vida, han venido contaminando y comprometiendo el equilibrio del planeta. La naturaleza no puede ser en esta era tecnológica e industrial, una mera fuente de materia prima para la producción y para el lucro. El hombre no puede aplicar una “ideología de dominación de la naturaleza”. En este proceso de producción y utilización del corcho a lo largo de la historia, se demuestra fehacientemente que la relación entre la sociedad humana y su entorno natural repercute en un beneficio mutuo, en el que el hombre aporta un beneficio de conservación y la naturaleza aporta un beneficio social y económico.